AHKINXOX
Leticia Galván Peña
Valladolid Yucatán, una ciudad con antiquísima cultura, caminar por su jardín principal, con sus vendedoras de artesanías, quienes hablan maya y español; pero entre ellas su idioma prevalece, mi oído escucha y me dejo llevar por sus sonidos, acercándome a un lenguaje totalmente nuevo para mí. Adquirí un diccionario maya español, y leo que las palabras son poesía, sus significados son tan complejos y su pronunciación tan difícil. Ya que sus sonidos se confunden con el movimiento de las hojas de los árboles y el trino de los pájaros y el aleto de las abejas meliponas.
La imponente iglesia de San Gervasio se yergue imponente, el jardín sembrado con árboles centenarios, y esas sillas confidentes tan características de su jardín que te sientas con tu pareja cruzando sus miradas. Esas sillas de cemento blanco tienen su origen en la ciudad de Bokobá. Tradicional escenario para la foto del recuerdo.
Cruzamos la calle para comer en un conocido restaurante de comida yucateca, tan atractivo su decorado, como el ambiente de un edificio antiguo de la época de la colonia conservado de tal manera que te invita a comer allí la tradicional gastronomía yucateca. Lo que más me llamó la atención fue que en una de sus paredes estaban muchas jaulas de pájaros de colores llamativos, pero todas vacías, con sus puertas abiertas y escrito en la parte de arriba “Los pájaros deben de estar en su lugar” Libres, que los acaricie el viento, que los lleve hacia el horizonte en parvadas a sus lugares mágicos, donde encuentren sus alimentos, donde se multipliquen, donde vivan una vida plena de libertad.
Y esta maravillosa imagen me inspiró un cuento. Había una vez uno de los dioses de los mayas Ahkinxox, dios de la poesía, el que dice cosas tontas y frívolas. Es tan bella la lengua maya que se puede decir que cada palabra es poesía. Un tierno mensaje de sabiduría antigua. No todo lo que decía Ahkinxox era frívolo o tonto, también decía verdades para proteger la naturaleza de la selva maya.
Por la madrugada Ahkinxox visitaba las haciendas, pueblos, aldeas, casas, de quienes tuvieran pájaros encerrados en jaulas, entonces se apresuraba para hacer travesuras y abría las puertas de cuanta jaula se cruzaba en su camino, los pájaros volaban libres, huían buscando parvadas en busca de los vientos, por las mañanas de sur a norte, por las tardes de norte a sur, aleteando junto a las nubes, hacia los árboles más frondosos, hacia las palmeras esbeltas e inquietas que se despabilan bajo el sol. Sincera era la verdad de Ahkinxox, ya que pregonaba que los pájaros deben de estar en su lugar ¡Libres, siempre libres!
El dios de la poesía vive en un lugar de fantasía, la Riviera Maya, un territorio que es un paraíso. Aquel lugar tiene muchas playas de arena blanca muy fina, arena que no la calienta el sol, puedes caminar sobre la arena al medio día y no se queman las plantas de los pies, y el mar con mucha agua de caramelo azul cielo, azul verde, azul turquesa, azul cobalto, azul maya, azul transparente, azul violáceo y verde esmeralda. Esa agua tan nítida tornasol arroja espuma de las olas sobre la playa. Olas que desaparecen para volver a ser agua tornasol del color como un frágil cristal que se pule en su lecho de arena. Es un mar del caribe mexicano que no se puede dejar de contemplar todo el día y cuando llega la noche se convierte en una enorme perla negra, cuando no lo está iluminando la luna llena. La noche con sus constelaciones estrelladas, dan la bienvenida al día. El sol arrastra su azul para pintar el cielo de este bello paraíso. Y Ahkinxox vigila la poesía y a los pájaros que vuelen por siempre libres en libertad.
Necesitamos muchos dioses. Seres Humanos que reflexionen sobre la preservación, alimentemos nuestras almas con obras de bienestar ecológico. Cuidemos y vigilemos la hermosa naturaleza de la Riviera Maya, éste paraíso no se debe destruir. Esto ya no fue un cuento de fantasía es una realidad.
